Doy vueltas por la habitación, parezco una fiera enjaulada. Me siento pero me levanto enseguida como si tuviera un resorte que me hiciera saltar. Me acerco y te miro, sigues igual, no hay ningún cambio. Se me escapa el aire que retenía en los pulmones; no me había dado cuenta de que me estaba ahogando. No entiendo cómo me ha podido pasar esto, siempre estoy pendiente. ¡En qué estaría pensando! Ahora me toca esperar. Te miro y nada, sigues igual, sin ningún cambio. Recuerdo la última vez que te miré, brillabas con tu propia luz, parecías inagotable y ahora ahí estas, sin responder a nada. Vuelvo a dar vueltas por la habitación, me sudan las manos, el corazón me palpita. Me siento al borde de la mesa, te contemplo, inerte. Mis ojos se llenan de lágrimas que empiezan a rodar por mis mejillas. Te lo suplico, vuelve, te necesito, no puedo vivir sin ti. Si te vas te llevas mi vida entera. Por fin, una pequeña luz me dice que reaccionas. Me das señales de vida. Cuánto te he echado de menos, mi adorado móvil.
Finalista concurso CLAVE (Asociación escritores y críticos literarios de Valencia)
Demás está decir que nunca pensé en un teléfono, aunque dada la relación que suele generarse la reacción sería adecuada. Pensé en una muerte humana, de las comunes. Excelente. Felicitacioned
Gracias Ana por tu comentario. Me alegro que te haya gustado. Un saludo.