Días robados al tiempo

Se habían conocido hacía un año, cuando ella fue a visitar a su amiga Sara a Milán. Marco era compañero de trabajo y amigo de Sara. La primera vez que se vieron los dos se quedaron mudos, de vez en cuando cada uno sorprendía al otro mirando furtivamente. La segunda vez fueron a cenar, junto con otros amigos de Sara. Sin buscarlo se sentaron juntos. Él fue el primero en romper el hielo. Empezaron a hablar y no pararon en toda la noche. Pero Paula volvía al día siguiente a su casa.

No perdieron el contacto, todos los días se comunicaban por WhatsApp. Nunca hubo una insinuación que fuera más allá de una charla de amigos. Cuando Marco le dijo que tenía unos días libres y que ya tenía los billetes para ir a conocer su ciudad, el corazón de Paula empezó a latir desbocado. Ella se había ofrecido para enseñarle la ciudad, incluso se atrevió a ofrecerle su casa; tenía una habitación libre.

El día que llegó Marco ella le esperaba en el aeropuerto. Su amiga Sara le había dicho que Marco había cambiado desde que la conoció. Paula se preguntaba si venía realmente a conocer la ciudad o a verla a ella… Nerviosa miraba el panel de llegadas, pudo leer que el avión ya había aterrizado. Los pasajeros empezaron a salir, cargados de maletas, parejas sonrientes, familias y amigos que se saludaban con la alegría del reencuentro. Pero Marco no salía, sus nervios crecían. Se movía de una lado a otro para ver mejor la puerta de salida. Por fin lo vio salir, sonriente, andando con paso firme hacia ella. Cuando llegó junto a ella solo se miraron a los ojos. No hicieron falta las palabras. Él cogió la cara de  ella entre sus manos y sin desviar la mirada se fue acercando poco a poco hasta unir sus labios.

Aquel fue el primer beso de muchos más. Fueron unos días intensos. Por el día recorrían la ciudad, siempre cogidos de la mano. Enamorados, sus muestras de cariño no cesaban. Por las noches disfrutaban uno del otro, sin prisas, sin reservas, saboreando cada segundo. Él la llenaba de besos y caricias. Le repetía una y otra vez que cuidaría de ella por muy lejos que estuvieran. Ella sentía que por fin había encontrado a alguien al que entregar su corazón.

Ahora desde el espigón ella contempla el horizonte. La brisa del mar la abraza consolandola. Él se ha ido, no sabe si volverán a verse. Le queda el recuerdo de esos días pasados juntos. Días robados al tiempo.

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