El deshielo

Me despierta el sol que entra por la ventana. El escozor que provoca en mis ojos hace que me cubra la cabeza con las mantas. No quiero levantarme, no quiero afrontar otro día más sin ti. Cierro los ojos, noto como otra vez va creciendo el peso en mi pecho, quiero reprimirlo pero al final es tan grande que me ahoga, tengo que soltarlo o me matará. Te fuiste hace muchos meses. Me juraste volver antes de que desapareciera la nieve. Pero la nieve no se va. El invierno vino a instalarse para siempre, todo sigue cubierto de ese manto blanco, al que he llegado a odiar. Incluso mi alma se ha ido congelando con el dolor de tu ausencia. Estoy cansada de esta soledad.

  No puedo seguir así, me digo una y otra vez, tienes que seguir adelante por él. Salgo de la cama y me dirijo hacia la ventana arrastrando los pies, me duele el cuerpo como si llevara mil agujas clavadas en él. Mis ojos hinchados de llorar no pueden creer lo que ven, un sol radiante con un cielo despejado de nubes inunda todo. Con el corazón latiendo desbocado abro la ventana, un viento frío azota mi cara susurrando tu nombre. Apoyada en el marco de la ventana pierdo la noción del tiempo. Imaginando el jardín cubierto de flores; a los dos sentados tomando el sol, felices. Sin rastro de lamento, dolor ni pena. Salgo de mi ensimismamiento queriendo con todas mis fuerzas que fuera verdad.

  Comienzo a bajar las escaleras con el disgusto de tener que volver a pasar otro día sola. Cuando llego a la planta baja todos mis sentido se disparan, de la cocina sale olor a café recién hecho, mis piernas empiezan a temblar, apenas me tengo en pie. ¿Serás tú quien ha puesto el café? ¿Has regresado?… Pero no es así, había dejado la cafetera programada la noche anterior. Los ojos se inundan de lágrimas y mi congoja no me deja oír los pasos firmes de un militar. Cuando estás justo detrás de mí la voz que tanto añoraba oír me dice: Te dije que volvería antes de que desapareciera la nieve.